Guerra y Paz
Este jueves pasado se celebró el Día Mundial de la Paz y como en todos los colegios en el de mis hijos hicieron actividades relacionadas con ello :pintaron carteles e hicieron un gran mural con fotos que contrastaban imágenes de guerras con aquellas que representaban la paz.
Mi hijo vino el otro día preguntando si aquí hubo guerras y le explicamos brevemente que sí hubo una guerra reciente (la Civil) y que su bisabuela era pequeña cuando pasó. Tampoco indagó mucho más allá y dejó el tema de lado, supongo que porque le pillamos cansado o algo llamó su atención enseguida, pero yo sabía que iba a volver a la carga. Le conozco bien.
Ha ocurrido hoy cuando disfrutábamos de una mañana soleada en los columpios y su hermana pequeña estaba escalando por encima de sus posibilidades. Le he visto cabizbajo y cuando he preguntado que pasaba, me ha mirado con los ojos llorosos y me ha hecho la pregunta.
"¿Puede haber una guerra aquí?"
Mi primer impulso ha sido contestarle que "claro que no", que no se preocupe que aquí no hay guerras. Que aproveche el día y se suba a las barras con su hermana. Mira qué bonito día hace. Pero me he detenido enseguida. No sé por qué de un tiempo a esta parte no me siento cómoda contando esas mentiras piadosas, que al final son tan grandes. Esas que se dicen cuando no sabes cómo explicar las verdades incómodas o cuando te cuentan que hay una mala noticia. “Todo va a salir bien”.
Mientras me miraba esperando mi respuesta me he imaginado que, si mañana estallara una guerra aquí, él, con su sentido exacerbado de la justicia me diría: "Me dijiste que esto no iba a pasar nunca".
A estas alturas algunos os estaréis preguntando qué sentido tiene contarle la verdad a un crío de seis años que aún cree que un ratón viene a llevarse sus dientes caídos por la noche. Puede que ninguno, o puede que todo.
Mi respuesta a su pregunta ha sido que sí, que puede pasar. Le he explicado que las guerras ocurren cuando la gente no se pone de acuerdo y cuando el resto les dejan que se peleen hasta llegar a esos extremos de hacerse tanto daño, como cuando él y su hermana quieren el mismo juguete. Le he contado que es muy importante que todos estemos preparados para que nadie nos engañe y nos manipule y que es muy importante también que a la gente que ponen a decidir y a controlar, hagan bien su trabajo. Le he asegurado que, si algo pasara, somos una familia, y que su padre y yo haríamos todo lo necesario para que a ellos no les pase nada. Que ahora mismo nosotros no estamos en guerra y que no podemos preocuparnos tanto por algo que no está ocurriendo.
Parece que con eso he logrado convencerle. Ha sonreído y se ha marchado a jugar.
Es curioso cómo funciona su mente. Imagino que es aterrador que te cuenten que existen las guerras y tu no sepas cómo funcionan, ni si tendrás que enfrentarte a ello. Que veas fotos de niños y niñas como tú que lo están viviendo y te preguntes por qué ellos sí y tú no, si sois tan parecidos. Lo bueno es que aún tiene seis años y aún se cree que su padre y yo podemos protegerle de todo.
Ya tendrá tiempo de descubrir que al igual que todos esos niños de la foto él no tiene unos padres todopoderosos. Que esos niños también tenían padres, madres, familias que intentaron evitarles el horror y no pudieron. Que los que se supone que tienen que frenar esas situaciones no lo hacen y que los niños de seis años solo son cifras cuando los poderosos protegen sus intereses.
Mientras los veo jugando en los columpios me siento afortunada. La guerra es sólo una teoría, yo aún soy una heroína que les protege de todo mal y Ratoncito Pérez viene por las noches a recoger sus dientes de leche.